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EN MI NEBULOSA (Reflexiones desde mi lógica difusa)

Formación y desarollo profesional del educador

Modelos de formación permanente

Aunque no lo hayamos comentado en clase o no nos hayamos parado un rato a pensarlo nuestra asignatura, Formación y Desarrollo Profesional del Educador, está íntimamente relacionada con lo que se ha venido a denominar “Educación Permanente” o “Educación para toda la vida” (Lifelong Education) , pues si hay algo que necesitemos los profesionales de la educación es estar continuamente formándonos, aprendiendo y adaptándonos a los cambios que la sociedad nos impone. 

Según Sirvent (1999) “cuando hablamos de Educación Permanente nos referimos a una concepción integral o totalizadora de lo educativo donde se destaca la relación  e interacción entre los universos de la escuela y del más allá de la escuela. Desde esta visión se asume la posibilidad de la constitución una red o trama que articule los múltiples recursos educativos de una sociedad, a fin de atender a la necesidad y el derecho a la educación  de los grupos sociales y de los individuos a lo largo de la vida”.

 Nosotros tratamos en clase cinco modelos distintos basándonos en Jose Luis Medina, de la Univesitat de Barcelona que nos permiten seguir formándonos a lo largo de la vida:

 *      Modelo individual; en el que cada uno planifica su propio aprendizaje en función de sus propias necesidades.

*      Modelo de observación / valoración; donde el profesional recibe información sobre su propia práctica a través de la reflexión.

*      Modelo de desarrollo y mejora; donde el profesorado que detecta un problema diseña y ejecuta un programa para resolverlo.

*      Modelo de entrenamiento; en el que se trabajan habilidades y destrezas para modificar la conducta.

*      Modelo de indagación; en el que el docente es un agente activo de su formación, es un modificador de la realidad gracias a la investigación – acción.

Tras conocer esto, que era completamente nuevo para mí, pensé en mi ámbito, en la educación social, como dice el refrán “cada uno barre para su casa” y me pregunté cómo se podría formar a educadores sociales reflexivos y transformadores. Para esto acudí al libro de Josefa Cabello (para mí siempre será Pepa)  Educación Permanente y Educación Social. Controversias y compromisos y encontré  algunas frases que pueden orientarnos a lo hora de formar a profesionales: 

“Para ayudar a los futuros educadores sociales a ser reflexivos entiendo necesario implicarse en una formación inicial que enfatice y ejemplifique la necesidad y la posibilidad de saber y comprender que la realidad educativa (y el conocimiento sobre ella) es in conjunto de prácticas complejas.” 

“Considero conveniente relacionar siempre que sea posible los contenidos de la Educación Permanente con la experiencia que el alumnado posee, así como con las prácticas que forman parte de su currículum formativo… Se debe ayudar a los estudiantes a valorar la aportación de diversas perspectivas a su reflexión individual, que se verá así enriquecida por la de otros” 

“Es también necesario prever obstáculos de índole estructural e institucional  que pueden hacer difícil una enseñanza encaminada a formar profesionales reflexivos. Las limitaciones materiales, temporales y espaciales son uno de los más importantes.” 

He querido compartir estas frases porque me parece que el día que seamos nosotros los que estemos trabajando como docentes, educadores o formadores de profesionales, tenemos que tener muy en cuenta todo lo dicho, debemos llevar unas ideas claras sobre lo que queremos y podemos hacer, viendo las dificultades junto a las dificultades como parte de un mismo contexto.

Analizando necesidades; el estudio de un caso.

“Para mi corazón basta tu pecho,

 para tu libertad bastan mis alas.

Desde mi boca llegará hasta el cielolo

que estaba dormido sobre tu alma.  

Es en ti la ilusión de cada día.

Llegas como el rocío a las corolas.

Socavas el horizonte con tu ausencia.

Eternamente en fuga como la ola. 

He dicho que cantabas en el viento

como los pinos y como los mástiles.

Como ellos eres alta y taciturna.

Y entristeces de pronto, como un viaje. 

Acogedora como un viejo camino.

Te pueblan ecos y voces nostálgicas.

Yo desperté  y a veces emigran y huyen

pájaros que dormían en tu alma”  

Pablo Neruda,

 “20 poemas de amor 

 y una canción desesperada”.  

 Así empezamos la clase; leyendo poemas de Pablo Neruda y Mario Benedetti. Estos poemas nos ayudaron a formar los grupos en los que luego trabajamos. Nuestra misión era analizar las necesidades formativas del grupo de estudiantes de 4º de Psicopedagogía de la Universidad de Alcalá de Henares imaginando que tienen una beca de 8000 euros para completar su formación. En resumen, teníamos que analizar nuestras propias necesidades. Creo que esto, que fuéramos nosotros mismos  los analizados consiguió motivarnos desde el primer momento porque veíamos la actividad como algo cercano y útil aunque sabíamos que lo de la beca era mentira L Primero y antes de pasar al análisis del caso tuvimos que definir claramente lo que es una necesidad, pues muchas veces lo que para unos significa una cosa para  otros significa otra. Finalmente entendimos la necesidad en su doble vertiente, por un lado como carencia y por otro lado como problema. Un vez metidos de lleno en el caso, lo primero que hicimos fue identificar nuestras necesidades y elaborar un listado individualmente. Fue genial porque me sentí como cuando de pequeña mandaba la carta a los Reyes Magos, puedes pedir todo aquello que quieras sin importar si las vas a conseguir o no aunque a veces pedíamos cosas que no tenían que ver mucho con la formación, como cambiar los planes de estudio o insonorizar la biblioteca pero es que son tan necesarias… Tras este primer listado se hizo una puesta en común con nuestro grupo para elaborar una lista de necesidades más amplia y poder después categorizar y priorizar.  De cada categoría (intervención psicopedagógica, desarrollo personal y social, apoyo externo y recursos y utilización) después podríamos preguntarnos por los objetivos (el qué), las actividades (el cómo), la temporalización (el cuándo), etc. Pero lo realmente de esta actividad no es explicar paso por paso cada cosa sino explicar qué hemos aprendido realmente. Hemos aprendido por un lado de una manera conceptual; ahora sabemos qué es una necesidad, analizar la realidad, analizar nuestras necesidades y priorizarlas mediante estrategias. Por otra parte hemos aprendido actitudes como respetar la opinión de los demás, ser asertivos, escuchar reflexivamente, defender nuestra postura… creo que esta actividad puede sernos muy útil en el futuro, tanto a la hora de analizar nuestra propia realidad como a la hora de ayudar a nuestros educandos a que analicen la suya pues no consiste en darles todo hecho sino en convertirlos en personas autónomas, capaces de tomar sus propias decisiones.

 

¿ Qué he aprendido en el módulo 1?

 Mientras estábamos en clase realizando en clase las diferentes actividades de este primer tema de la asignatura he de reconocer que no entendía muy bien la relación que tenía cada actividad con el resto. Cuando terminamos el temario empecé a verlo más claro. 

 Habíamos aprendido los diferentes paradigmas y orientaciones conceptuales que se dan actualmente en educación, habíamos entrevistado a un profesor para ver qué opinaba sobre el rol que juega el docente y, por último, habíamos realizado una autobiografía escolar. Empezaba a ver la relación de todo, no se trataba de que conociéramos únicamente unos contenidos, que en este caso serían los paradigmas existentes sino que se trataba también de que comparáramos con la realidad. No teníamos que aprender únicamente unos conocimientos teóricos, se trataba de reflexionar. 

Gracias a la entrevista hemos podido asomarnos al futuro, a lo que queremos (o no) llegar a ser. Hemos escuchado cuál es la realidad del trabajo del docente o del educador, aunque a estas alturas todos nos hacíamos ya una idea, y hemos podido reflexionar sobre lo que será nuestro futuro cercano. Por otra parte, la autobiografía nos remite al pasado, a lo que hemos observado desde niños, a lo que ya hemos vivido en la institución escolar. No es sólo un anecdotario de nuestra infancia sino que nos sirve como punto de partida. Muchas de nuestras ideas sobre educación habrán estado influidas por nuestras buenas o malas experiencias escolares. 

Por tanto, en esta lección no he aprendido tanto contenidos como actitudes. He aprendido a unir mi pasado con mi futuro, a relacionar lo que soy con lo que he sido y seré. He observado la institución escolar no como algo ajeno, como suele pasar en otras clases, que hablas de la escuela pero nunca te asomas a ellas, sino como algo cercano, algo de lo que ya formamos parte.

Mi autobiografía

Mi autobiografía

Siempre que recordamos nuestra niñez, nuestra infancia y nuestra adolescencia aparece la escuela, porque es allí donde pasábamos, casi sin darnos cuenta, la mayoría del tiempo. Yo hablaré aquí de la escuela, principalmente, aunque inevitablemente saldrán otros aspectos que influyen o se relacionan con ella.

Mi primer recuerdo tanto personal como escolar es mi primer día de guardería. Antes de eso, curiosamente, no consigo recordar absolutamente nada. Fui a la guardería con tres años, yo pensaba que a los cuatro pero me acaba de decir mi madre que no. Recuerdo que mi madre, y creo que también mi abuela, me llevaron hasta allí, pillaba a cinco minutos de casa. Estuvieron un ratito hablando con la profesora, ella me cogió y mi madre me dijo que se iba a por el pan, que no tardaba nada. No me lo debí creer porque me puse a llorar en el momento aunque por lo que cuenta mi madre la mujer era encantadora y yo terminé queriéndola mucho. No se cuantos días lloré ni recuerdo si me gustaba no ir allí. De este periodo de un año recuerdo por encima de cualquier otra cosa, el sitio al que salíamos al recreo. Mi guardería estaba en un local bajo, tenía dos o tres aulas pero no tenía patio así que todos los recreos las profesoras nos sacaban a jugar a la calle de atrás, que era una especie de plaza y allí pasaba yo el rato, aunque no se con quien porque no recuerdo a ninguno de mis amigos de allí. A parte de eso sólo conservo imágenes borrosas de la profesora leyendo cuentos y de una sala en penumbras donde estaba yo con un par de niños más que no conocía. Creo que me llevaron allí castigada porque nunca paraba de hablar. A ese primer castigo le seguirían muchos más por el mismo motivo; los profesores han intentado casi todo para que estuviera callada pero no sirvió ninguno para nada. De todos modos no voy a adelantar acontecimientos, solo diré que no puedo parar de hablar aunque lo intente. El silencio me aburre.

Al año siguiente pasé al colegio. Allí hice preescolar, primaria y la E.S.O, de los cuatro a los dieciséis años. Era un colegio privado concertado, que pillaba muy cerca de mi casa. Mi madre miró muchos colegios porque el colegio público que había en mi barrio no la gustaba y finalmente me llevó a ese aunque se planteó llevarme a uno de curas. En preescolar nos sentábamos en mesas con forma de pentágono o hexágono y jugábamos con plastilina, pintábamos o cantábamos canciones. Me acuerdo muy bien de esta etapa. Cada niño tenía su percha con su foto para dejar su abrigo y su cojín para echarse la siesta por las tardes. En la hora del recreo salíamos al patio de los pequeños y jugábamos con la arena y con las orugas que caían de los árboles, también con los bichos bola y hormigas. Ahora lo recuerdo y creo que ya no sería capaz de hacerlo. En mi segundo año de preescolar el colegio compró un tobogán de plástico para el patio pero no duró ni dos meses. Lo tuvieron que retirar porque nos peleábamos para montar y estuvimos a punto de romperlo. No se muy bien porque pero en mi clase estaban los niños más brutos del colegio. De mis profesoras recuerdo a Esther, que terminó haciéndose muy amiga de mi madre. Estuvo varios años en el colegio, también fue profesora de mi hermano y luego se marchó a Orihuela a vivir pero mi madre sigue hablando con ella de vez en cuando. No se si fue en este curso cuando me enseñaron a leer pero recuerdo que cuando pasé a primaria ya sabia leer muy bien y todas las noches la leía a mi madre un cuento, que siempre era Caperucita roja o un cuento de la editorial Susaeta que me regaló mi pare y tenía forma de osito de peluche y pelito por fuera.
Llegué a primaria y ahora me da la impresión de que esos seis años de EGB pasaron volando. En primaria conocí mejor a mis amigos. Mi mejor amiga era Soraya y decíamos que éramos novias y todo porque siempre estábamos juntas. En ese primer año ya nos empezó a gustar el mismo chico (nos ha pasado hasta la E.S.O); era un chico que no había estado en preescolar y que llegó a mitad de primero. Era de Zaragoza y su padre era piloto de Iberia. Nos hicimos muy amigas de él y de algún otro chico más con los que todavía sigo hablando. Somos casi todos del mismo barrio por lo que nos seguimos cruzando a menudo. De ese mismo año también recuerdo que mi madre me apuntó a inglés por la tarde en el colegio, después de las clases. Siempre he tenido mucha facilidad para el inglés por lo que la profesora (que después fue mi tutora en secundaria) me adoraba, a mí y a un par de niños más. Estuve muchos años yendo a inglés pese a que mi verdadera vocación, a lo que yo me quería apuntar era a gimnasia rítmica. Todos los años el grupo de inglés cantábamos una canción en inglés en la fiesta de fin de curso. Hice de monja en la canción de Sister Act, de niña zulú en la canción de “El Rey León”, de bailarina de los Beattles con “Twist and Shout”. Las fiestas de fin de curso y las excursiones eran, sin duda, lo que más me gustaba del colegio. No se podían comparar con ninguna otra cosa. Recuerdo muchísimas cosas de primaria pero no puedo detenerme a contar todas porque no terminaría nunca. Para resumir podría decir que mi relación con los profesores era muy buena, sacaba buenas notas, (que en esa época eran N.M y P.A), y por lo único que se quejaban eran porque seguía sin parar de hablar; ni yo ni mi amiga Soraya. Nos separaban pero nos mandábamos notitas que pasaban por toda la clase con lo cual seguíamos molestando a todos los demás, nos hacían copiar, nos ponían toda la hora de cara a la pared... En mi caso terminaron por ponerme de compañera con el único chico que me caía mal de toda la clase. Como le tenía tanto asco ni quería hablarle y sólo podía hablar con los de las mesas de adelante o atrás. Pese a este cruel castigo que ideó mi propia madre y recomendó a los profesores a mí me encantaba el colegio porque me parecía fácil, me gustaban los profesores y me gustaban mis compañeros.

Cuando llegué a sexto empecé a tener un profesor para cada asignatura y ese año conocí, sin duda, a mi mejor profesor del colegio. Se llamaba Ángel aunque todos le llamábamos Don Ángel pese a que el nunca nos lo pidió. Era el marido de Isabel, mi tutora de segundo de EGB y nos daba historia y geografía, lo que hasta aquel entonces había sido “Cono”, Conocimiento del Medio. Como ese profesor era tan encantador decidí que quería estudiar Historia en la Universidad y lo tenía muy claro hasta que llegué a 2º de Bachillerato. Don Ángel era, en mi opinión, un hombre super entrañable. Explicaba de tal manera que todos lo entendíamos y nos tenía bastante “controlados”. Por aquel entonces ya éramos pre- adolescentes y empezábamos a revolucionarnos. Pero Don Ángel podía con todo. Si nos pasábamos un poco nos agarraba de la oreja, nos daba una capón (ya se que ahora no está bien visto pero antes era muy normal) y además nos hacía copiar cien veces frases como “Soy más tonto que Abundio”, típico dicho español que a él le encantaba.)

Pero ahí se acabó mi EGB; no hice séptimo ni octavo porque ya no se llevaba y pasamos a Primero y Segundo de la E.S.O que era una cosa nueva que habían puesto el año pasado. Por eso, por la E.S.O éramos mucho más modernos porque teníamos asignaturas como francés que nunca antes se había visto en el colegio. Del primer período de la secundaria (1º y 2º) no recuerdo mucho si lo comparo con otras etapas. Recuerdo el cambio, la transición de la EGB a la ESO; muchas más asignaturas, muchos más profesores y también algún compañero nuevo. En esos años llegó un chico nuevo a clase, Clemente, con el que todavía mantengo mucha amistad. El verano que terminé 2º de la ESO se produjo en mi vida uno de los acontecimientos que creo más importantes. Mis padres se compraron una casa en un pueblecito muy cerca de aquí y fue en ese pueblo donde conocí al que es mi mejor amigo, a mi mejor amiga, a mi ex novio; en fin, a casi todos los iguales que han marcado mi pasado más reciente y siguen marcándome en la actualidad. Siempre estaba en mi pueblo por lo la mayoría de mis amigos fueron quedándose en eso, en amigos del colegio, éramos amigos pero con los que salía y a los que contaba todo estaban en el pueblo. Mi amiga Soraya, de la que ya he hablado, subía a dormir algunos fines de semana al pueblo así que podía estar con ella y con mis amigos del pueblo.

En el segundo ciclo de la ESO me empecé a agobiar en el colegio, necesitaba más libertad. No me iba mal, seguía hablando en clase y sacaba buenas notas pero no podíamos salir para nada del colegio, ni siquiera en la hora del recreo. Por eso, terminamos encontrando un roto en la alambrada del colegio, que pegaba a una urbanización privada y salíamos en el recreo a fumar, hasta que nos pillaron los profesores y nos castigaron. No podíamos salir en el recreo así que nos dio por jugar a todos los chicos, a Soraya y a mí a "mosqui"; un niño pasa por un pasillo que forman los compañeros y tiene que adivinar quién es el que le da las collejas. Cuando tiramos a un niño al suelo de boca nos lo prohibieron también. El recreo seguía siendo genial aunque nos prohibían casi todo lo que hacíamos (también me castigaron por hacer a dos amigos un pendiente en la oreja con un pendiente mío) pero las clases eran cada vez más aburridas, no pudimos elegir optativas porque el francés era obligatorio, tenías que coger matemáticas b porque no había grupo de matemáticas a, las profesoras salían llorando porque no parábamos quietos, tuve cinco profesores distintos de música, en fin, los tutores se agobiaban con clases como la nuestra. Por esta época ya empezamos a plantearnos qué ibamos a hacer después. Algunos compañeros repitieron 3º y terminaron por no sacarse el graduado, otra gran parte lo dejó cuando terminó 4º en el colegio y otros, decidimos seguir.

Al terminar el colegio me fui al instituto a hacer el bachillerato de humanidades. Casi todos mis amigos o lo habían dejado o se habían ido a otro instituto a hacer bachillerato de ciencias. Me daba "miedo" comenzar el bachillerato porque todo iba a ser nuevo para mí. Las asignaturas eran totalmente distintas; filosofía, griego, latín...El cambio fue radical. El primer día de instituto llegué tarde, con las prisas pasé sin llamar y me llevé mi primera bronca. Me senté junto a una chica que conocía de vista del colegio, nunca habíamos hablado pero como se suele decir, más vale conocido que bueno por conocer. Miré a mis compañeras, dieciséis chicas y dos chicos, y así, a primera vista, ninguna me pareció agradable. Con el paso de los días fue conociendo a gente nueva, entre ellos el grupo de amigos con el que he salido desde entonces. Las asignaturas me gustaban bastante todas excepto historia y fui perdiendo la ilusión que tenía de estudiarla desde que conocí a Don Ángel. Mi nuevo profesor de historia era un hombre mayor, le llamaban "el flipi". Era horrible porque en el mes que estuvo vimos informe semanal y hablamos de la guerra de Irak y de la del Golfo, que estaba en la página 258 del libro. Al hombre le gustaba dar el libro al revés. Pronto se dio de baja y vino un sustituto encantador. Era su primer año como profesor y explicaba muy despacio para que todas lo entendiéramos pero no recuperé mi ilusión. Recuerdo casi todo mi primer año de instituto pero recuerdo sobre todo a los profesores, el de latín era genial igual que el de filosofía, que hasta nos dejaba fumar en la ventana si terminábamos pronto el examen.

Llegó segundo y empecé a sacar notas malísimas porque me pasaba el día en la calle con mi novio, el que ahora es mi ex y suspendí dos asignaturas en el primer cuatrimestre, cinco en el segundo (todas menos las dos optativas e inglés). Por suerte logré recuperarlas todas en el tercero por lo que pude hacer selectividad en junio. De segundo lo que más recuerdo y creo que lo recordaré por mucho tiempo es la asignatura de psicología. Era una optativa y no tenía muy claro si quería cogerla o no pero en cuanto vi al profesor me di cuenta que era lo mejor que podía haber hecho. Mi profesor, Navamuel, era un hombre sincero y honesto que hablaba de cualquier tema sin tapujos. Su asignatura se aprobaba presentando un cuaderno, haciendo ejercicios y exposiciones voluntariamente y realizando un examen al final del cuatrimestre. Explicaba en clase pero también realizábamos ejercicios prácticos, nosotros proponíamos las preguntas que se incluían en los temas, veíamos videos. Estaba genial. Aún recuerdo las películas que vimos; American History X, Pleasantville, Stanford, El mundo en pañales, Sexo Oral de Chus Gutiérrez... Este hombre además de profesor de varios grupos y tutor de uno de ellos había sido orientador en el instituto por lo que al terminar el curso le dije que si me podía buscar los planes de estudios de Educación Social, ya que realmente lo que quería hacer era Psicopedagogía pero necesitaba la diplomatura primero. Me dijo, con todo el cariño del mundo, que los buscara yo, que ya era mayorcita pero que de todos modos, era una carrera que me iba a gustar seguro. Así que me fíe de él totalmente y aquí estoy. Le estaré siempre agradecida por el consejo. Hace un par de meses que murió, cuando me lo dijeron me quedé pálida y me di cuenta de que nunca le había dado las gracias.

Así terminé bachillerato y decidí hacer Educación Social; no quise hacerlo en Alcalá porque era privada y no quería que mis padres tuvieran que hacer el esfuerzo de pagarme todo así que estuve durante tres años yendo y viniendo a Madrid; son dos horas de viaje pero te terminas acostumbrando. Puedes hacer miles de cosas durante el viaje; leer, dormir, escuchar música, desayunar...Lo primero que recuerdo fue el día que tenía que hacer la matrícula; me llevo mi abuelo y como había tuve que esperar dos o tres horas él se quedó conmigo. Mientras esperábamos en un pasillo se me acabó la batería del móvil y saqué el cargador de mi bolso y le dije a mi abuelo que mientras yo avanzara él se quedara al lado de un enchufe con el móvil cargando y a todas las chicas jóvenes que estaban en la cola las decía enseñándolas el móvil apagado "Pasad, pasad jóvenes que yo estoy aquí esperando una llamada importante". Cuando salí de la sala donde se hacía la matricula estaba mi abuelo con un grupito de chicas hablando. Los primeros días de clase conocí a gente pero nadie que viviera en Alcalá asi que me aburría hacer el viaje sola. Un día escuché a una chica de la fila de atrás diciendo "Me voy a poner un cartel en la frente para ver si hay alguien más de Alcalá". Y me di la vuelta, la dije que yo también era de allí. Me dijo que se llamaba Silvia y desde ese día seguimos juntas en clase, incluso ahora. De la carrera guardo buenos recuerdos en general, aprendí muchísimas cosas, mis últimas prácticas fueron una experiencia increíble y tuve profesores muy buenos, comprometidos de verdad con la educación, la integración y la reinserción de las personas en la sociedad. En cuanto a los compañeros, había un poco de todo. Gente muy maja pero gente también muy estúpida. Casi siempre hay un poco de todo. Hay muchas anécdotas que se podrían contar de tres años de facultad pero eso alargaría esto demasiado.

Aunque recuerdo muchas cosas buenas siempre recordaré una mala, el atentado del 11-M. Ese día estábamos de huelga así que no fuimos a clase pero cuando te levantas un día normal y ves esas imágenes y no para de llamarte gente llorando para ver donde estás...esa sensación es horrible. Ese día ni siquiera pude dormir pensando que yo podría haber estado allí ese día, que había estado el día de antes y que iba a estar muchos días más. Sucedió un jueves y el lunes cuando cogí el tren todavía quedaba un tren reventado en El Pozo. Nadie pudo contener las lágrimas. Es una sensación horrible de rabia e impotencia, de no poder hacer nada.

Dejando este suceso aparte, la facultad, la universidad y la carrera es una experiencia muy enriquecedora. Terminé mi carrera en septiembre y por suerte, quedaban plazas para esta. Aunque me gusta mucho lo que hago actualmente las diferencias entre una y otra carrera son enormes. Esta clase ese mucho más acogedora y la gente es más abierta y amable. En Madrid éramos unas cien personas y tiendes a cerrarte en tu propio círculo de amigos. En cambio, las asignaturas eran de allí me parecían mucho más interesantes a pesar de que la metodología de aquí me parece más adecuada. En cuanto en un futuro espero poder trabajar de educadora en un instituto y no de psicopedagoga porque el trabajo del orientador me parece mucho menos cercano a los alumnos y más burocratizado pero de todos modos me quedan un par de años más para decidirme aunque nunca cierro las puertas a nuevas opciones.

Orientaciones conceptuales sobre la formación docente.

 

Como ya comentamos en clase tras la lectura del texto de Imbernon existen tres tipos de paradigmas u orientaciones conceptuales.


Vimos como la perspectiva académica resalta el hecho de que la enseñanza es un proceso de transmisión de conocimientoy de adquisición de la cultura que ha acumulado la humanidad durante siglo. En este caso la formación del docente consistiría en dominar la disciplina que va a impartir, no le hace falta nada más.


Por otro lado existe una perspectiva técnica que considera la educación unha ciencia aplicada, se busca la calidad de los productos y la eficacia. En este caso el educador es un técnico que debe aprender conocimientos pero también desarrollar competencias, estrategias para dominar su campo.


Por último se nos presenta un paradigma crítico, también llamado sociocrítico o emancipador. Se deben formar docentes capaces de reflexionar críticamente, busca la emancipación de las personas a través de la crítica. Como ya señaló Freire la fundamentación teórica y práctica lejos de ser instrumento de una educación bancaria se deben convertir en mediación para una educación liberadora.


Cuando iba al cole “padecí” de una educación academicista en la que lo único que importaban eran los contenidos que debías aprender, no importaba el proceso que seguías ni tu punto de partida. Cuando llegué al instituto seguí con aquella educación academicista pero ya había gente que optaba por una formación más práctica y cuando llegué a la facultad descubrí, por fin, la teoría crítica y sus aportaciones en la educación. Yo soy educadora social y este paradigma es el predominante en la educación no formal, parece que los otros dos no tienen cabida porque no conciben el aprendizaje ni el conocimiento como algo social. Ahora en psicopedagogía, inmersa de lleno, en la educación formal me alegra ver que los profesores también optan por este enfoque.


Hay que preguntarse al igual que lo hace Habermas si nuestras instituciones nos permiten desplegar todos nuestros potenciales. Mi respuesta, sin dudarlo, es que no y esto me lleva a más preguntas; ¿Por qué no se innova en la escuela?¿ Por qué seguimos utilizando la escuela del siglo XIX si estamos en el siglo XIX? ¿Qué es lo que nos impide caminar hacia la emancipación? Se que los docentes están mal preparados, que a los sistemas de poder no les interesa que seamos críticos, que parece imposible llevar a la práctica algo así porque “del dicho al hecho va mucho trecho” pero creo que va llegando la hora de una revolución en las aulas que permita sumergirnos de pleno en este paradigma. Aunque sea dificil al principio, estoy segura que a la larga será mucho más gratificante tanto para los educadores como para los educandos.