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EN MI NEBULOSA (Reflexiones desde mi lógica difusa)

Mi autobiografía

Mi autobiografía

Siempre que recordamos nuestra niñez, nuestra infancia y nuestra adolescencia aparece la escuela, porque es allí donde pasábamos, casi sin darnos cuenta, la mayoría del tiempo. Yo hablaré aquí de la escuela, principalmente, aunque inevitablemente saldrán otros aspectos que influyen o se relacionan con ella.

Mi primer recuerdo tanto personal como escolar es mi primer día de guardería. Antes de eso, curiosamente, no consigo recordar absolutamente nada. Fui a la guardería con tres años, yo pensaba que a los cuatro pero me acaba de decir mi madre que no. Recuerdo que mi madre, y creo que también mi abuela, me llevaron hasta allí, pillaba a cinco minutos de casa. Estuvieron un ratito hablando con la profesora, ella me cogió y mi madre me dijo que se iba a por el pan, que no tardaba nada. No me lo debí creer porque me puse a llorar en el momento aunque por lo que cuenta mi madre la mujer era encantadora y yo terminé queriéndola mucho. No se cuantos días lloré ni recuerdo si me gustaba no ir allí. De este periodo de un año recuerdo por encima de cualquier otra cosa, el sitio al que salíamos al recreo. Mi guardería estaba en un local bajo, tenía dos o tres aulas pero no tenía patio así que todos los recreos las profesoras nos sacaban a jugar a la calle de atrás, que era una especie de plaza y allí pasaba yo el rato, aunque no se con quien porque no recuerdo a ninguno de mis amigos de allí. A parte de eso sólo conservo imágenes borrosas de la profesora leyendo cuentos y de una sala en penumbras donde estaba yo con un par de niños más que no conocía. Creo que me llevaron allí castigada porque nunca paraba de hablar. A ese primer castigo le seguirían muchos más por el mismo motivo; los profesores han intentado casi todo para que estuviera callada pero no sirvió ninguno para nada. De todos modos no voy a adelantar acontecimientos, solo diré que no puedo parar de hablar aunque lo intente. El silencio me aburre.

Al año siguiente pasé al colegio. Allí hice preescolar, primaria y la E.S.O, de los cuatro a los dieciséis años. Era un colegio privado concertado, que pillaba muy cerca de mi casa. Mi madre miró muchos colegios porque el colegio público que había en mi barrio no la gustaba y finalmente me llevó a ese aunque se planteó llevarme a uno de curas. En preescolar nos sentábamos en mesas con forma de pentágono o hexágono y jugábamos con plastilina, pintábamos o cantábamos canciones. Me acuerdo muy bien de esta etapa. Cada niño tenía su percha con su foto para dejar su abrigo y su cojín para echarse la siesta por las tardes. En la hora del recreo salíamos al patio de los pequeños y jugábamos con la arena y con las orugas que caían de los árboles, también con los bichos bola y hormigas. Ahora lo recuerdo y creo que ya no sería capaz de hacerlo. En mi segundo año de preescolar el colegio compró un tobogán de plástico para el patio pero no duró ni dos meses. Lo tuvieron que retirar porque nos peleábamos para montar y estuvimos a punto de romperlo. No se muy bien porque pero en mi clase estaban los niños más brutos del colegio. De mis profesoras recuerdo a Esther, que terminó haciéndose muy amiga de mi madre. Estuvo varios años en el colegio, también fue profesora de mi hermano y luego se marchó a Orihuela a vivir pero mi madre sigue hablando con ella de vez en cuando. No se si fue en este curso cuando me enseñaron a leer pero recuerdo que cuando pasé a primaria ya sabia leer muy bien y todas las noches la leía a mi madre un cuento, que siempre era Caperucita roja o un cuento de la editorial Susaeta que me regaló mi pare y tenía forma de osito de peluche y pelito por fuera.
Llegué a primaria y ahora me da la impresión de que esos seis años de EGB pasaron volando. En primaria conocí mejor a mis amigos. Mi mejor amiga era Soraya y decíamos que éramos novias y todo porque siempre estábamos juntas. En ese primer año ya nos empezó a gustar el mismo chico (nos ha pasado hasta la E.S.O); era un chico que no había estado en preescolar y que llegó a mitad de primero. Era de Zaragoza y su padre era piloto de Iberia. Nos hicimos muy amigas de él y de algún otro chico más con los que todavía sigo hablando. Somos casi todos del mismo barrio por lo que nos seguimos cruzando a menudo. De ese mismo año también recuerdo que mi madre me apuntó a inglés por la tarde en el colegio, después de las clases. Siempre he tenido mucha facilidad para el inglés por lo que la profesora (que después fue mi tutora en secundaria) me adoraba, a mí y a un par de niños más. Estuve muchos años yendo a inglés pese a que mi verdadera vocación, a lo que yo me quería apuntar era a gimnasia rítmica. Todos los años el grupo de inglés cantábamos una canción en inglés en la fiesta de fin de curso. Hice de monja en la canción de Sister Act, de niña zulú en la canción de “El Rey León”, de bailarina de los Beattles con “Twist and Shout”. Las fiestas de fin de curso y las excursiones eran, sin duda, lo que más me gustaba del colegio. No se podían comparar con ninguna otra cosa. Recuerdo muchísimas cosas de primaria pero no puedo detenerme a contar todas porque no terminaría nunca. Para resumir podría decir que mi relación con los profesores era muy buena, sacaba buenas notas, (que en esa época eran N.M y P.A), y por lo único que se quejaban eran porque seguía sin parar de hablar; ni yo ni mi amiga Soraya. Nos separaban pero nos mandábamos notitas que pasaban por toda la clase con lo cual seguíamos molestando a todos los demás, nos hacían copiar, nos ponían toda la hora de cara a la pared... En mi caso terminaron por ponerme de compañera con el único chico que me caía mal de toda la clase. Como le tenía tanto asco ni quería hablarle y sólo podía hablar con los de las mesas de adelante o atrás. Pese a este cruel castigo que ideó mi propia madre y recomendó a los profesores a mí me encantaba el colegio porque me parecía fácil, me gustaban los profesores y me gustaban mis compañeros.

Cuando llegué a sexto empecé a tener un profesor para cada asignatura y ese año conocí, sin duda, a mi mejor profesor del colegio. Se llamaba Ángel aunque todos le llamábamos Don Ángel pese a que el nunca nos lo pidió. Era el marido de Isabel, mi tutora de segundo de EGB y nos daba historia y geografía, lo que hasta aquel entonces había sido “Cono”, Conocimiento del Medio. Como ese profesor era tan encantador decidí que quería estudiar Historia en la Universidad y lo tenía muy claro hasta que llegué a 2º de Bachillerato. Don Ángel era, en mi opinión, un hombre super entrañable. Explicaba de tal manera que todos lo entendíamos y nos tenía bastante “controlados”. Por aquel entonces ya éramos pre- adolescentes y empezábamos a revolucionarnos. Pero Don Ángel podía con todo. Si nos pasábamos un poco nos agarraba de la oreja, nos daba una capón (ya se que ahora no está bien visto pero antes era muy normal) y además nos hacía copiar cien veces frases como “Soy más tonto que Abundio”, típico dicho español que a él le encantaba.)

Pero ahí se acabó mi EGB; no hice séptimo ni octavo porque ya no se llevaba y pasamos a Primero y Segundo de la E.S.O que era una cosa nueva que habían puesto el año pasado. Por eso, por la E.S.O éramos mucho más modernos porque teníamos asignaturas como francés que nunca antes se había visto en el colegio. Del primer período de la secundaria (1º y 2º) no recuerdo mucho si lo comparo con otras etapas. Recuerdo el cambio, la transición de la EGB a la ESO; muchas más asignaturas, muchos más profesores y también algún compañero nuevo. En esos años llegó un chico nuevo a clase, Clemente, con el que todavía mantengo mucha amistad. El verano que terminé 2º de la ESO se produjo en mi vida uno de los acontecimientos que creo más importantes. Mis padres se compraron una casa en un pueblecito muy cerca de aquí y fue en ese pueblo donde conocí al que es mi mejor amigo, a mi mejor amiga, a mi ex novio; en fin, a casi todos los iguales que han marcado mi pasado más reciente y siguen marcándome en la actualidad. Siempre estaba en mi pueblo por lo la mayoría de mis amigos fueron quedándose en eso, en amigos del colegio, éramos amigos pero con los que salía y a los que contaba todo estaban en el pueblo. Mi amiga Soraya, de la que ya he hablado, subía a dormir algunos fines de semana al pueblo así que podía estar con ella y con mis amigos del pueblo.

En el segundo ciclo de la ESO me empecé a agobiar en el colegio, necesitaba más libertad. No me iba mal, seguía hablando en clase y sacaba buenas notas pero no podíamos salir para nada del colegio, ni siquiera en la hora del recreo. Por eso, terminamos encontrando un roto en la alambrada del colegio, que pegaba a una urbanización privada y salíamos en el recreo a fumar, hasta que nos pillaron los profesores y nos castigaron. No podíamos salir en el recreo así que nos dio por jugar a todos los chicos, a Soraya y a mí a "mosqui"; un niño pasa por un pasillo que forman los compañeros y tiene que adivinar quién es el que le da las collejas. Cuando tiramos a un niño al suelo de boca nos lo prohibieron también. El recreo seguía siendo genial aunque nos prohibían casi todo lo que hacíamos (también me castigaron por hacer a dos amigos un pendiente en la oreja con un pendiente mío) pero las clases eran cada vez más aburridas, no pudimos elegir optativas porque el francés era obligatorio, tenías que coger matemáticas b porque no había grupo de matemáticas a, las profesoras salían llorando porque no parábamos quietos, tuve cinco profesores distintos de música, en fin, los tutores se agobiaban con clases como la nuestra. Por esta época ya empezamos a plantearnos qué ibamos a hacer después. Algunos compañeros repitieron 3º y terminaron por no sacarse el graduado, otra gran parte lo dejó cuando terminó 4º en el colegio y otros, decidimos seguir.

Al terminar el colegio me fui al instituto a hacer el bachillerato de humanidades. Casi todos mis amigos o lo habían dejado o se habían ido a otro instituto a hacer bachillerato de ciencias. Me daba "miedo" comenzar el bachillerato porque todo iba a ser nuevo para mí. Las asignaturas eran totalmente distintas; filosofía, griego, latín...El cambio fue radical. El primer día de instituto llegué tarde, con las prisas pasé sin llamar y me llevé mi primera bronca. Me senté junto a una chica que conocía de vista del colegio, nunca habíamos hablado pero como se suele decir, más vale conocido que bueno por conocer. Miré a mis compañeras, dieciséis chicas y dos chicos, y así, a primera vista, ninguna me pareció agradable. Con el paso de los días fue conociendo a gente nueva, entre ellos el grupo de amigos con el que he salido desde entonces. Las asignaturas me gustaban bastante todas excepto historia y fui perdiendo la ilusión que tenía de estudiarla desde que conocí a Don Ángel. Mi nuevo profesor de historia era un hombre mayor, le llamaban "el flipi". Era horrible porque en el mes que estuvo vimos informe semanal y hablamos de la guerra de Irak y de la del Golfo, que estaba en la página 258 del libro. Al hombre le gustaba dar el libro al revés. Pronto se dio de baja y vino un sustituto encantador. Era su primer año como profesor y explicaba muy despacio para que todas lo entendiéramos pero no recuperé mi ilusión. Recuerdo casi todo mi primer año de instituto pero recuerdo sobre todo a los profesores, el de latín era genial igual que el de filosofía, que hasta nos dejaba fumar en la ventana si terminábamos pronto el examen.

Llegó segundo y empecé a sacar notas malísimas porque me pasaba el día en la calle con mi novio, el que ahora es mi ex y suspendí dos asignaturas en el primer cuatrimestre, cinco en el segundo (todas menos las dos optativas e inglés). Por suerte logré recuperarlas todas en el tercero por lo que pude hacer selectividad en junio. De segundo lo que más recuerdo y creo que lo recordaré por mucho tiempo es la asignatura de psicología. Era una optativa y no tenía muy claro si quería cogerla o no pero en cuanto vi al profesor me di cuenta que era lo mejor que podía haber hecho. Mi profesor, Navamuel, era un hombre sincero y honesto que hablaba de cualquier tema sin tapujos. Su asignatura se aprobaba presentando un cuaderno, haciendo ejercicios y exposiciones voluntariamente y realizando un examen al final del cuatrimestre. Explicaba en clase pero también realizábamos ejercicios prácticos, nosotros proponíamos las preguntas que se incluían en los temas, veíamos videos. Estaba genial. Aún recuerdo las películas que vimos; American History X, Pleasantville, Stanford, El mundo en pañales, Sexo Oral de Chus Gutiérrez... Este hombre además de profesor de varios grupos y tutor de uno de ellos había sido orientador en el instituto por lo que al terminar el curso le dije que si me podía buscar los planes de estudios de Educación Social, ya que realmente lo que quería hacer era Psicopedagogía pero necesitaba la diplomatura primero. Me dijo, con todo el cariño del mundo, que los buscara yo, que ya era mayorcita pero que de todos modos, era una carrera que me iba a gustar seguro. Así que me fíe de él totalmente y aquí estoy. Le estaré siempre agradecida por el consejo. Hace un par de meses que murió, cuando me lo dijeron me quedé pálida y me di cuenta de que nunca le había dado las gracias.

Así terminé bachillerato y decidí hacer Educación Social; no quise hacerlo en Alcalá porque era privada y no quería que mis padres tuvieran que hacer el esfuerzo de pagarme todo así que estuve durante tres años yendo y viniendo a Madrid; son dos horas de viaje pero te terminas acostumbrando. Puedes hacer miles de cosas durante el viaje; leer, dormir, escuchar música, desayunar...Lo primero que recuerdo fue el día que tenía que hacer la matrícula; me llevo mi abuelo y como había tuve que esperar dos o tres horas él se quedó conmigo. Mientras esperábamos en un pasillo se me acabó la batería del móvil y saqué el cargador de mi bolso y le dije a mi abuelo que mientras yo avanzara él se quedara al lado de un enchufe con el móvil cargando y a todas las chicas jóvenes que estaban en la cola las decía enseñándolas el móvil apagado "Pasad, pasad jóvenes que yo estoy aquí esperando una llamada importante". Cuando salí de la sala donde se hacía la matricula estaba mi abuelo con un grupito de chicas hablando. Los primeros días de clase conocí a gente pero nadie que viviera en Alcalá asi que me aburría hacer el viaje sola. Un día escuché a una chica de la fila de atrás diciendo "Me voy a poner un cartel en la frente para ver si hay alguien más de Alcalá". Y me di la vuelta, la dije que yo también era de allí. Me dijo que se llamaba Silvia y desde ese día seguimos juntas en clase, incluso ahora. De la carrera guardo buenos recuerdos en general, aprendí muchísimas cosas, mis últimas prácticas fueron una experiencia increíble y tuve profesores muy buenos, comprometidos de verdad con la educación, la integración y la reinserción de las personas en la sociedad. En cuanto a los compañeros, había un poco de todo. Gente muy maja pero gente también muy estúpida. Casi siempre hay un poco de todo. Hay muchas anécdotas que se podrían contar de tres años de facultad pero eso alargaría esto demasiado.

Aunque recuerdo muchas cosas buenas siempre recordaré una mala, el atentado del 11-M. Ese día estábamos de huelga así que no fuimos a clase pero cuando te levantas un día normal y ves esas imágenes y no para de llamarte gente llorando para ver donde estás...esa sensación es horrible. Ese día ni siquiera pude dormir pensando que yo podría haber estado allí ese día, que había estado el día de antes y que iba a estar muchos días más. Sucedió un jueves y el lunes cuando cogí el tren todavía quedaba un tren reventado en El Pozo. Nadie pudo contener las lágrimas. Es una sensación horrible de rabia e impotencia, de no poder hacer nada.

Dejando este suceso aparte, la facultad, la universidad y la carrera es una experiencia muy enriquecedora. Terminé mi carrera en septiembre y por suerte, quedaban plazas para esta. Aunque me gusta mucho lo que hago actualmente las diferencias entre una y otra carrera son enormes. Esta clase ese mucho más acogedora y la gente es más abierta y amable. En Madrid éramos unas cien personas y tiendes a cerrarte en tu propio círculo de amigos. En cambio, las asignaturas eran de allí me parecían mucho más interesantes a pesar de que la metodología de aquí me parece más adecuada. En cuanto en un futuro espero poder trabajar de educadora en un instituto y no de psicopedagoga porque el trabajo del orientador me parece mucho menos cercano a los alumnos y más burocratizado pero de todos modos me quedan un par de años más para decidirme aunque nunca cierro las puertas a nuevas opciones.

1 comentario

Cecilia -

Val, intensa autobiografía. Lo que me ha parecido más intenresante de todo lo que comentas es que al hacerlo en las priemras etapas de escuela no sólo describes tus dias en la escuela, sino que siempre haces una vinculación con el medio en le que vivías. Y me hace reflexionar sobre lo importante que es "la vida" de los estudiantes fuera del aula. Es verdad que como docente no tienes ni el tiempo y a veces no debes inmiscuirte en la vida de tus alumnos, pero creo que es importante tenerla en cuenta, sobretodo para trabajar en el aula con esa sensación de ternura, de comodidad, de motivación, de familiariedad como la que tuviste con Don Angel o con Navamuel.
Otro aspecto interesante es que eres conciente de que te gusta hablar y de que lo haces con gusto (a pesar de todos los intentos de tus profesores porque te calles). Para cualquier educador es un instrumento clave, lo importante aquí es ser conciente de qué dices y cuándo lo dices, no en un plan inflexible y cerrado, sino en saber utilizar una herramienta de trabajo sin dejar de disfrutar de ella.
te aconsejo volver a leer tu autobiografía durante el desarrollo de esta asiganatura . O consevarla para un futuro. Aunque no lo hemos podido trabajar en clase en toda su exptesión, la autobiografía es una estrategia de formación muy importante y que nos permite profundizar más allá de nuestros pensamientos actuales, nos permite navegar en nuestro pasado desde un presente diferente cada vez que vuelves atrás.